jueves, 22 de noviembre de 2012

Generacion del 900

Generación Del 900

La crítica ha polemizado durante años sobre la llamada Generación del 900, por lo que resulta un tema un tanto escabroso. Podríamos empezar por mencionar algunas definiciones planteadas por Rodríguez Monegal sobre qué es una generación.

En este trabajo él cita algunos autores que van completando un concepto de generación.

Dithey dice: “una generación es un estrecho círculo de individuos que, mediante su dependencia de los mismos grandes hechos y cambios que se presentaron en la época de su receptividad, forma un todo homogéneo a pesar de la diversidad de otros factores”.

Lo que tuvieron en común esta generación no fue solamente que muchos de ellos se conocieron, e incluso se peleaban, sino que compartieron sus textos y creaciones literarias, sintiéndose diferentes y especiales en el mundo hipócrita que les tocó vivir.

Wechssler señala: “a distancias desiguales, se presentaron promociones nuevas, mejor dicho, los voceros y cabecillas de una nueva juventud que se hallan tratado íntimamente por supuesto similares, debido a la situación temporal y, externamente, por su nacimiento dentro de un término limitado de años”.

Habitualmente se dice que una generación sería “coetáneos” que comparten una zona de fechas, por lo general entre unos quince años antes o quince años después de 1900. Por esas fechas publicaron y fueron las figuras más relevantes del momento.

Ortega y Gasset decía: “Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en la historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro, con sus minorías selectas y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada.” “Cada generación postula un cambio en el mundo. La afinidad no procede tanto de ellos como de verse obligados a vivir en un mundo que tiene una forma determinada y única”.

Estos conceptos de Ortega y Gasset arrojan luz a esta generación. Son coetáneos, porque comparten una forma de ver el mundo, una sensibilidad en común, y postulan un cambio de visión. Podría decirse que lo que une a esta generación es el deseo de escandalizar al burgués, de reírse, criticar, denunciar la sociedad pacata e hipócrita que les tocó vivir. Su lema es la rebeldía, y lo hacen desde un lugar despreciativo a todo este mundo de plástico.

Decía Carlos María Domínguez en una entrevista: “Eran vistos como europeizantes, con un grado de afectación que los excluía de la cultura criolla. Educados en colegios privados, salen una manga de degenerados que prueban el opio y que se dedican a mirar a otro lado cuando debían cantar loas a la Patria y a la construcción de la Nación. La suya es la historia de los primeros intelectuales ofuscados con las tradiciones del Río de la Plata”.

Es evidente que esta generación pago un precio muy caro por su descaro. La mayoría de ellos terminaron con muertes jóvenes o desterrados, encerrados y hasta suicidándose. El más provocador de todos, que curiosamente fue el que duró más, Roberto de las Carreras, terminó loco en un hospital de Paysandú.

Uno de los elementos que los unió en un principio fue la moda del modernismo. Se dejaron fascinar por la publicación del nicaragüense Rubén Darío, quien marcó un “principio” (aunque esto también es discutible) con su libro “Azul”.

Las nuevas modas, las críticas a la sociedad, llevaron a una efervescencia cultural poco antes vista. Los poetas se juntaban en cafés literarios, en cenáculos, en “La torre de los Panoramas” (casa de Herrera y Reissig) y compartían sus creaciones. Escribían en folletines, en columnas de periódicos, se insultaban y debatían con altura, hasta que tal ya no podía sostenerse, entonces podían llegar al duelo. Y a veces eso sólo empezaba por una simple apreciación de la poesía del otro.

De esta generación podemos rescatar algunos nombres muy conocidos:

En la narrativa a Quiroga y a Vianna. En la lírica a Delmira, María Eugenia Vaz Ferreira, Julio Herrera y Reissig y Roberto de las Carreras. En dramática a Florencio Sánchez. Y en el ensayo a Rodó y a Carlos Vaz Ferreira.

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